30 septiembre 2008

Los Amores de los Narcos


Pablo Escobar

LAS COLEGIALAS


Antes de caer abatido a tiros en la azotea de una casa de Los Olivos un barrio de clase media cerca del estadio Atanasio Girardot de Medellín–, Pablo Escobar había logrado escapar a tres enormes operaciones del Bloque de Búsqueda en el Magdalena Medio antioqueño. En ese tiempo, entre el 22 de julio de 1992 –el día de su fuga de la “Catedral”– y diciembre de 1993 –el día de su muerte–, el capo no permaneció célibe ni quedó impotente. En las fincas o en los ranchos que le sirvieron de “escampadero”,no abandonó su particular gusto por las tiernas estudiantes de bachillerato que uno de sus hombres de confianza contrataba en colegios de pueblos como Caldas, Copacabana, Itagüí y Sabaneta.Los oficiales del Bloque de Búsqueda encargados de seguir su huella habían detectado que Escobar sentía una especial fragilidad por las niñas de colegio y cada tanto se las llevaba a sus refugios para estar con ellas durantedos o tres días a cambio de una generosa cantidad de dinero. “Virginia Vallejo o algunas modelos de postín eran lo menos en la vida cotidiana de ese delincuente –recuerda un coronel de la Policía que integró por aquellosdías el cuerpo especial que perseguía a Escobar–. Le encantaban las mujeres lindas, pero entre los 15 y los 17 años de edad”.El seguimiento a una de estas jovencitas en mayo de 1993 estuvo a punto de desencadenar la captura de Escobar, que huyó gracias a la astucia de sus guardaespaldas, que enterraron palos de cuatro y cinco metros de altura alrededor de la finca que les servía de escondite para impedir el aterrizaje de los helicópteros de la Operación Río de Oro, que se desarrolló cerca de un caudal del mismo nombre en el municipio de Yondó, Antioquia. A las 5.00 a. m. del día de la operación, el jefe del cartel de Medellín logró escapar hacia las montañas mientras los dos helicópteros del Bloque de Búsqueda intentaban aterrizar lejos de los palos enterrados para evitar un accidente. Cuando llegaron a la finca, 14 minutos después, los uniformados encontraron en una habitación a la asustada acompañante del mafioso, que resultó ser una estudiante de quinto de bachillerato de un colegio de Sabaneta. En el interrogatorio la niña aseguró que, en efecto, había sido contratada para acompañar a Escobar durante tres días, por los cuales le pagarían 1,2 millones de pesos. También contó que al capo le gustaba la ropa interior nueva de color negro, y que el hombre que la contactó le había comprado tres juegos completos en un almacén de cadena. Otro oficial de la Policía que habló con DONJUAN y que siguió de cerca los pasos de Escobar hasta el día de su muerte, relató que el capo tenía preferencia por las colegialas porque eran tímidas, no muy voluptuosas y sin mucha experiencia en materia sexual. Y recuerda que “aparte de esa afición por las niñas, Escobar no tuvo amantes por largo tiempo porque pese a todo era leal a su familia. Sabemos de unas pocas mujeres, realmente despampanantes, que pasaron por su vida, que llegaban en sus aviones desde Brasil y eran llevadas a sus refugios o a la hacienda Nápoles, donde permanecían tres o cuatrodías. Pero no las volvía a ver nunca más”





Gonzalo Rodríguez Gacha

Las 400 Putas


Aunque fueron socios incondicionales en la guerra que le declararon al Estado en abril de 1984, cuando ordenaron el asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, y sus negocios los forzaban a sostener largas reuniones en sus escondites, Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mexicano, el otro capo visible del cartel de Medellín, tenía un gusto muy diferente al de Pablo Escobar. Desde su centro de operaciones en el municipio de Pacho, al noroccidente de Cundinamarca, el Mexicano solía rodearse de mujeres hechas y derechas, a las que invitaba por varios días a cualquiera de sus enormes haciendas, en particular a Chihuahua, su finca preferida, que se hizo famosa –con razón– porque en los baños de las habitacioneshizo instalar grifos de oro.Las rumbas del Mexicano eran conocidas en la mafia en la década de 1980. Las reinas de belleza que estaban por ir o habían participado recientemente en Cartagena, o las actrices de televisión de temporada, eran llevadas en helicóptero y sólo unos pocos empleados de la hacienda tenían acceso a la casa principal de la enorme hacienda, donde permanecían enclaustradas con el capo durante uno o dos días. A estas mujeres, clasificadas en la categoría de primera clase, el Mexicano les pagaba cuatro o cinco millones de pesos diarios de aquella época. Las mujeres de segunda clase recibían un tratamiento diferente: ganaban 500.000 pesos diarios y eran reclutadas en el norte de Bogotá por el administrador de una reconocida casa de lenocinio de las famosas calles 88 y 90 con carrera 15, donde pululaban locales de striptease y prostíbulos de alto vuelo. El hombre se comunicaba por radioteléfono con un empleado del Mexicano que hacía las tareas de radio operador y recibía instrucciones acerca del número de mujeres que necesitaba para su fiesta.En una de esas ocasiones, en la primera semana de agostode 1989, poco antes del asesinato del precandidato presidencialLuis Carlos Galán, el Mexicano citó a Chihuahua a los cinco más importantes miembros de su organización y les dijo que les iba a llevar a las mujeres más lindas de Bogotá. Celebraban el éxito de un cargamento de cocaína que llegó sin mayores riesgos a las costas del norte de Miami. El capo no exageraba. En la noche del viernes viajaban a bordo de tres camionetas, rumbo a Pacho, doce mujeres que recibirían 24 millones de pesos por un fin de semana de piscina, sexo, licor y mucha comida. En los vehículos también tenían puesto dos estilistas que se encargarían de maquillarlas y peinarlas, y otro hombre, bajito, calvo y de mal aspecto, que había recibido la orden de conseguir el vestuario y los vestidos de baño. Hacia las 3.00 p. m. del sábado, el Mexicano ordenó armar una larga mesa alrededor de la piscina de Chihuahua para que las invitadas hicieran un desfile en traje de baño. Había cinco botellas de whisky Old Parr y varias bandejas con choricitos,chicharrón y empanadas, preparados por el cocinero de la hacienda. La tarde prometía ser muy, muy, larga.Las modelos empezaron a desfilar alrededor de la gran piscina: una verdadera pasarela del reinado de belleza. En la tercera ronda, uno de los hombres del Mexicano que ocupaba silla en la mesa principal hizo un ademán con la mano derecha que una de las modelos entendió de inmediato, se salió de la fila y se dirigió a una de las casas de la hacienda con su nuevo amante ocasional. Así ocurrió con cada una de ellas a lo largo de toda la tarde y la madrugada siguiente. Prudente y calculador, el Mexicano también eligió a la de su gusto, la mejor, y permaneció con ella durante cuatro horas. Luego hizo lo mismo con otras dos. La escena alrededor de la piscinase repitió hasta altas horas de la noche, cuando el licor y el sexo hicieron mella en el capo y sus compinches y las modelos regresaron exhaustas a Bogotá en la tarde del domingo.Según el relato de un oficial de la Policía que lo persiguió hasta su muerte en Coveñas en diciembre de 1989, el Mexicano “era un putañero legítimo y empedernido que sacaba pecho cuando llevaba al Caquetá o al Meta, en plena bonanza cocalera, a hermosas mujeres a las que presentaba como sus compañeras permanentes”. A finales de agosto de 1989, tras el magnicidio de Galán, cuando el Estado les declaró la guerrasin cuartel a los capos del cartel de Medellín, el Ejército allanó las haciendas del Mexicano en Pacho, entre ellas Chi- huahua. Allí, en una de las habitaciones, fue hallada una pequeña caja de cartón que contenía fotografías a todo color, en tamaño 20 x 25, de al menos 400 mujeres que pasaron por allí. Ahí estaban imágenes de las reinas y actrices de primeraclase y las modelos de segunda categoría. El secreto de la identidad de las 400 no fue revelado por la policia.



 LAS REINITAS

Gilberto Rodríguez Orejuela



Mientras los capos del cartel de medellín se divertían a sus anchas en el Magdalena Medio, a 500 kilómetros de allí, en el Valle del Cauca, sus archirrivales del cartel de Cali, los hermanos Miguel y Gilberto RodríguezOrejuela, hacían gala de un gusto más refinado por las mujeres. Los dos hermanos habían constituido familias sólidas, tradicionales, que se habían incrustado en la encopetada sociedad vallecaucana. Uno de ellos, Miguel, se había casado con la reina nacional de belleza de 1979, Marta Lucía Echeverri, y Gilberto había formado un clan familiar fuerte y había enviado a sus hijos a estudiar en los mejores centros educativos de Estados Unidos.Pero los dos hermanos también tenían su “corazoncito” y les gustaban las modelos creciditas, esbeltas y espigadas. En la década de 1980, en el esplendor de su negocio ilegal y cuando mandaban a su antojo en el Valle y tenían a su servicio a buena parte de la Fuerza Pública y a todo tipo de funcionarios públicos, los hermanos Rodríguez Orejuela se hicieron famosos por los desfiles privados en ropa interior que organizaban en el Hotel Intercontinental de Cali, considerado en esa época por las autoridades como su principal centro de operaciones. Un curtido oficial de la Policía asegura que no es aventurado decir que los Rodríguez inventaronel término “prepago”. Para realizar sus desfiles de moda en paños menores, hacían llevar las mejores modelos desde Bogotá y debían cumplir un requisito insalvable: no tener asomo alguno de celulitis. Uno de los lugartenientes de los capos era el encargado de practicar esa especie de control de calidad que los capos habían incorporado a su particular modo de pasar el rato.Los Rodríguez, sin embargo, no se enredaban con las modelos que contrataban para los desfiles de moda porque preferían estar acompañados de reinas de belleza. Miguel logró conquistar con halagos a la ex reina Marta Lucía Echeverri, a quien conoció cuando ella ingresó al Club América de Cali a trabajar en la revista de la entidad. Una vez se separó de Amparo Arbeláez, Rodríguez y la reina no tardaron en empezar una perdurablerelación sentimental. Gilberto no fue diferente y así les quedó claro a las autoridades el 9 de junio de 1995, cuando lo capturaron en la casa donde se escondía con una joven de veinte años, Aura Rocío Restrepo Franco, ex reina del turismo del Valle del Cauca, a la que conoció en 1990. Ninguno de los dos hermanos fue modelo de fidelidad y sólo su extradición a Estados Unidos en diciembre de 2004 y febrero de 2005, respectivamente,logró frenar su ímpetu mujeriego.



Juan Carlos Abadia alias (Chupeta)


Aborrecía a las prostitutas y prefería conquistar jóvenes de las mejores universidades de Cali con regalos exagerados y cirugías plásticas de todo tipo.








El hombre Marlboro


El ex senador Samuel Santander Lopesierra, el denominado hombre Marlboro, el reconocido miembro del cartel de la Costa extraditado a Estados Unidos en agosto de 2003, se sale de los moldes en materia de mujeres. Era un costeño botaratas, rumbero y lleno de dinero y tenía una arraigada pasión por contratar el cariño de las modelos que salían en los avisos publicitarios de las revistas de moda, farándula o actualidad.




OTRAS JOYITAS


El cancionero musical está lleno de pasajes que recrean la perdición de los hombres por cuenta de las mujeres. Los mafiosos se rodeaban de beldades para subir de estatus y mostrar una imagen de poder que de otra manera no podrían lograr. Los ejemplos sobran, pero uno de los más conocidos es el de Justo Pastor Perafán, un escurridizo narcotraficante, señalado de dirigir el cartel de Bogotá, que se hacía llamar “El Presidente” y que de panadero pasó a ser exportador de café, dueño de una red de hoteles cinco estrellas, de una productora de televisión y de numerosas empresas en Centroamérica. A Perafán solo le gustaban las reinas. Y por una de ellas fue detenido en abril de 1997, en la localidad de El Valle, a 16 kilómetros de San Cristóbal, Venezuela, cuando la Guardia Nacional, alertada por las autoridades colombianas, interceptaron su automóvil. En mayo siguiente fue extraditado a Estados Unidos.Diez días después la Fiscalía allanó la residencia en Medellín de la ex reina del Vichada en 1993, Luz Adriana Ruiz Jaramillo, reconocida entonces como la señora de Perafán. La mujer fue definitiva para la captura del narcotraficante porque fue la última persona en visitarlo en su mansión en Venezuela, a donde había escapado en 1995. En la cartera de la ex reina encontraron un permiso de tránsito vigente del vecino país. Años después, lo mismo le ocurrió al mellizo Víctor Manuel Mejía Múnera, que fue localizado y abatido por un comando elite de la Policía en abril de 2008 en una finca de Caucasia, Antioquia, cuando se encontraba en compañía de una modelo que había ido a visitarlo a su refugio y que no se dio cuenta de que agentes encubiertos la seguían de cerca. Mejía vivió y murió por las mujeres. Era un casanova refinado y un viajero consumado que se ufanaba de haber visitado 57 países a pesar de la persecución de las autoridades.La Policía incautó en la finca donde se encontraba, las fotografíasde más de mil mujeres. Le gustaban las modelos prepago y hacía lo imposible por llevar a sus refugios a algunas actrices de la televisión. En una ocasión logró, tras un pago millonario, que una joven actriz –hoy bastante conocida– realizara frente a él escenas lésbicas con su novia.El ex senador Samuel Santander Lopesierra, el denominado hombre Marlboro, el reconocido miembro del cartel de la Costa extraditado a Estados Unidos en agosto de 2003, se sale de los moldes en materia de mujeres. Era un costeño botaratas, rumbero y lleno de dinero y tenía una arraigada pasión por contratar el cariño de las modelos que salían en los avisos publicitarios de las revistas de moda, farándula o actualidad. Ellas lo acompañaban en las fiestas de tres días o más que hacía en Riohacha o Barranquilla... o donde se encontrara en la costa caribe. No le gustaba el frío y se hizo célebre por contratar conjuntos vallenatos, a los que trasladaba en avioneta hasta donde él estuviera y les ponía a sus pies las mujeres que pidieran para que no se aburrieran. El gusto del hombre Marlboro por las mujeres de los avisos se refinó todavía más durante el tiempo que permaneció detenido en la cárcel la Picota de Bogotá antes de su extradición.El laxo régimen penitenciario de la época le permitió llevar a su habitación en el pabellón de alta seguridad a las modelos que veía en los avisos de revistas que iban desde Aló, Carrusel y Tv y Novelas hasta Semana y Cambio. Este pintoresco personaje, que se reía todo el tiempo y ponía en su pecho una medallita con la imagen de una virgen, tenía a su servicio a un joven que ingresaba a la Picota a cualquier hora, le señalaba un anuncio y le decía al eficiente empleado, que prácticamente nunca le fallaba: “Tráigame esta; llame a la agencia de modelos, a la revista, búsquela donde sea” Lopesierra prefería esas visitas durante el fin de semana y con la complicidad de algunos guardianes se las arreglaba para que ellas permanecieran con él por dos o tres días sin que aparecieran en los registros de la cárcel. Por su lado, Juan Carlos Ramírez Abadía, alias Chupeta, encarna la llamada generación yuppie del cartel del Cali, la segundacamada de mafiosos que sucedió a los llamados capos viejos, entre ellos los hermanos Rodríguez, Hélmer Pacho Herrera y José Santacruz Londoño. A diferencia de sus antiguos jefes le fascinaba relacionarse con estudiantes universitarias, a las que halagaba con costosos regalos y les pagaba sus cirugías plásticas a cambio de permanecer con él durante una corta temporada. No se trataba de alumnas cualquiera: sólo buscaba a las de buena familia, cultas y bien relacionadas. Aborrecía a las prostitutas.Esa manera de ser no cambió cuando fue recluido en las cárceles de Villahermosa y Palmira, en el Valle, después de su sometimiento a la justicia en 1995. Allí las autoridades penitenciarias le permitieron instalar gimnasios donde hacía ejercicios y aeróbicos. En esas largas jornadas casi siempre estaba acompañado de una hermosa mujer, invariablemente de una prestigiosa universidad caleña. En los archivos de un organismo de seguridad reposa la fotografía, no publicada hasta ahora, de Chupeta, vestido con esmoquin, en un estrecho abrazo con una súper reconocida ex reina de Colombia de los años noventa que ahora es actriz y modelo. Del Chupeta de esa época no queda nada, porque prefirió huir a Brasil, donde le practicaron numerosas cirugías con las que pretendió engañar a las autoridades que lo perseguían por el mundo. Hoy está en una prisión de Estados Unidos.

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