Un estudio desarrollado en cinco años explica la inestabilidad laboral de los integrantes de la generación ’Y’ y señala a las empresas como responsables por no entenderlos.
En el último año Juliana ya ha tenido dos trabajos diferentes. De ambos se fue porque le pagaban muy poco y se sentía desmotivada. Y aunque el que tiene ahora es mejor que los dos anteriores, no ve la hora de que su contrato termine, para irse a buscar algo que "me motive del todo y donde me paguen bien". Al contrario de ella, Tomás tiene la suerte de trabajar en lo que le gusta y no se queja de su sueldo. Aun así, la semana pasada pasó su carta de renuncia para irse a estudiar a Alemania. "Yo siento que el mundo está abierto para mí y no puedo quedarme quieto". Lucía, la estudiante estrella de su promoción en una de las universidades más importantes del país y con un cargo que cualquiera de sus colegas envidiaría, lo dejó todo para irse a meditar a India. A los 24 años estaba muy estresada y necesitaba un año sabático.
Lo que estos personajes tienen en común es que pertenecen a la generación ’Y’. Así se les conoce a los nacidos entre 1980 y 1999, población que desde 2003 está haciendo su incursión en la vida laboral. Este proceso no ha sido fácil. En las empresas los ven como poco leales, pues saltan de un trabajo a otro por un pequeño aumento salarial o por vivir cualquier aventura exótica. Ante esta situación, muchas compañías están preocupadas por la inestabilidad laboral que observan en la base de la pirámide de la estructura de sus compañías.
Hace cinco años una multinacional contrató a Juan Carlos Mejía, un consultor en capacitación, para que investigara el porqué de ese fenómeno. Luego de indagar en empresas, universidades y colegios, Mejía encontró que el problema de la generación ’Y’ es más universal de lo que pensaba y que detrás de su supuesta inestabilidad laboral lo que hay es un choque generacional. Ellos dejan las empresas porque éstas no los entienden e insisten en moldearlos a su imagen y semejanza, a lo que ellos se resisten. El estudio se dará a conocer en septiembre en el Congreso Nacional de Gestión Humana organizado por Acrip.
Uno de los aspectos más llamativos de la generación ’Y’ es que es la mejor preparada de la historia. A los 23 años, estos jóvenes ya tienen dos carreras, hablan dos o más idiomas, cuentan con alguna especialización o maestría y poseen gran habilidad tecnológica que les permite hacer múltiples funciones de manera simultánea. "Tienen el cerebro en ambiente Windows, es decir, con varias ventanas abiertas", señala Mejía. Tienen la autoestima bien cimentada y son exigentes, lo que, sumado a que han vivido en un mundo más globalizado, les da la sensación de que todo es posible. "Somos una generación abrumada por tantas posibilidades", dice Natalia Alfonso. "Como sé que puedo hacer lo que quiera, vivo con la sensación de que no me muevo lo
Sacado del Princeton One international research.
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