31 diciembre 2009

El escándalo del cambio climático




Un hacker reveló documentos y correos electrónicos pertenecientes a algunos de los científicos que integran el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU. En lo que se vislumbra como un escándalo sin precedentes, ha salido a la luz una verdadera conspiración de la elite científica del planeta destinada a manipular datos y destruir pruebas para evitar que los escépticos publiquen dudas sobre sus propias aportaciones a la teoría del calentamiento global. Es difícil determinar el impacto que puede tener esta noticia en la lucha contra el cambio climático, pero seguramente nada volverá a ser como antes.


Se trata de una de las noticias más inesperadas del año. Cuando ya estábamos convencidos de que el cambio climático era algo de lo que no se podía dudar, y que las recomendaciones y teorías aportadas por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, pos sus siglas en ingles) de la ONU eran poco menos que “palabra Santa”, un hacker descubrió y publicó una serie de correos y documentos que deja a buena parte de la institución metida hasta el cuello en la mierda. Algunos incluso creen que se trata de uno de los mayores escándalos de la historia científica.

Concretamente, los documentos que se han distribuido por todo el mundo a través de las redes de intercambio de archivos P2P involucran a la Unidad de Investigación del Clima (CRU, por sus siglas en inglés) perteneciente a la Universidad de East Anglia, de Inglaterra. Este es uno de los centros de investigación más activos a la hora de demostrar la teoría del calentamiento global con origen antropogénico. A lo largo de estos textos, provenientes de correos electrónicos que se enviaban entre sí los científicos de la institución y a documentos almacenados en sus ordenadores, pueden verse acuerdos para manipular datos, destrucción de pruebas importantes y -en general- toda una conspiración destinada a evitar que los científicos que sostienen que el cambio climático es de origen natural publiquen sus teorías en revistas científicas.

 

 
Realmente ¿era necesario falsear datos?


No hay dudas al respecto. El contenido de los documentos que han salido a la luz es concluyente: los científicos implicados no hay tenido ningún remordimiento al “maquillar” los datos disponibles para que ajusten satisfactoriamente la teoría que proponen. Por ejemplo, un correo del pasado 28 de septiembre revela cómo uno de los científicos anuncia su intención de bajar 0,15 grados la temperatura registrada en una zona del océano “para que se ajuste a sus modelos climáticos.” En otro, David Parker (que a esta hora debe estar pasando uno de los peores “veranitos” de su vida) analiza la posibilidad de “cambiar el período de referencia para elaborar el índice de temperatura global.” Intenta convencer a sus colegas de que caso contrario, se “reflejaría que el actual período es menos cálido de lo que pretendemos hacer creer.”

Lo peor de todo es que no se trata de un engaño reciente o aislado. Hay documentos que tienen fecha de 1999, en los que un científico reconoce haber usado un truco para “ocultar el descenso” de temperaturas. Simplemente, ocultó la divergencia entre las temperaturas de 1960 en adelante y los registros de los anillos de los árboles empleados para reconstruir el clima pasado. Cuando algún grupo de datos parecía indicar lo contrario a sus teorías, directamente no se los tomaba en cuenta. Todo esto -como resulta obvio- los ponía bastante nerviosos. Solo mencionaremos otro caso, quizás el más grave: como las leyes británicas obligan a revelar todos los archivos relacionados con las investigaciones que han sido financiadas con dinero público, como son las del CRU, a través de un correo la institución les pide a varios científicos (de diversas universidades) que “borren ciertos mensajes”, lo que es interpretado como un posible intento de evitar verse obligados a descubrir contenidos “incómodos” ante una posible petición bajo las leyes británicas.

La actitud del IPCC y del CRU frente a estos hechos es más o menos la esperada. En primer lugar, el director del CRU, Phil Jones, ha sido obligado a dimitir. Y en segundo, la Universidad de East Anglia sostiene que “algunas frases de los correos han sido sacadas de contexto para argumentar que el cambio climático es un invento de la comunidad científica”. También envió un comunicado en el que se menciona “una investigación para examinar los correos y determinar si existe prueba de manipulación.” Es indudable que esto deja el prestigio del IPCC por el piso. Lo más grave de todo es que si no se hubiesen falseado los datos, muy posiblemente la situación del planeta en los próximos años sería prácticamente la misma. Es decir, a pesar de lo que estos verdaderos delincuentes de la ciencia han hecho, las emisiones de gases de efecto invernadero son realmente nefastas. El haber incurrido en estas prácticas se convertirá -sin dudas- en el mejor argumento para aquellas empresas y gobiernos que sostienen que se puede seguir emitiendo gases sin consecuencias. Aunque CRU e IPCC sean defenestrados y otras instituciones las reemplacen, el fantasma del fraude seguirá pesando sobre cada informe que se presente. ¿No crees?

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