La noción de Tiempo Circular aparece repetidamente en la obra de Jorge Luis Borges. Uno de los primeros ensayos en que Borges habla del tiempo circular es La doctrina de los ciclos que se incluye en Historia de la Eternidad: “El número de todos los átomos es, aunque desmesurado, finito, y sólo capaz de un número finito de permutaciones. En un tiempo infinito, el número de permutaciones posibles debe ser alcanzado, y el universo tiene que repetirse”. Así tenemos una primera noción de tiempo circular, que se basa en la repetición cíclica infinita, asociado a la imagen del eterno retorno, sin tomar esta imagen como retroceso sino como avance infinito hacia el punto de partida, recorriendo la circunferencia finita para volver al mismo punto.
Esta idea también aparece en sus cuentos: “Antes de exhumar esta carta, yo me había preguntado de qué manera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro procedimiento que el de un volumen cíclico, circular. Un volumen cuya última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar indefinidamente. Recordé también esa noche que está en el centro de Las mil y una noches, cuando la reina Shahrazad (por una mágica distracción del copista) se pone a referir textualmente la historia de Las mil y una noches, con riesgo de llegar a la noche en que la refiere, y así hasta el infinito”. Ficciones, p. 142
En el ensayo Nueva refutación del tiempo intenta demostrar que las negaciones del idealismo pueden extenderse al tiempo. Berkeley niega la existencia de objetos independientemente de nuestra percepción de ellos. Dice Borges que si el hombre se puede reducir a una colección de sensaciones, entonces una simple repetición en la vida de un hombre es suficiente para probar que el tiempo, entendido como una sucesión, es una falacia puesto que la repetición destruye la secuencia lineal.
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